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Una sonrisa es un gesto de bienvenida universal. En cualquier cultura. Y cada uno de nosotros decidimos a quién queremos ofrecérsela.

Conozco a buenos negociadores y exitosos asesores que se mueven en el entorno de los bancos y las grandes empresas, que recomiendan reducir las sonrisas a la hora de presentarse.

Plantean que no es bueno mostrarse demasiado abiertos o interesados por la otra parte, para de este modo tener más poder en la relación. Esto da que pensar. Tal vez en los entornos en los que se mueven prefieran guardarse ese as en la manga, no mostrarse cercanos ni humanos, hacer que la otra parte dude, que no se sienta tan cómoda. Curiosa forma de iniciar una relación.

En mi opinión, cuando lo que queremos es establecer relaciones de cooperación, cuando tratamos con socios, compañeros, clientes, colaboradores…, la cordialidad ayuda a que todo fluya mejor. Lo mismo ocurre con amigos y familia, o con otras personas que tratamos, desde el conductor del autobús por las mañanas al camarero que nos sirve un café. Cada vez que ofreces una sonrisa transmites energía positiva y consideración a la otra persona.

La sonrisa es una gesto asociado a la emoción de la alegría. La sonrisa franca y alegre dirigida a los demás, distiende y transmite acogida, anuncia que todo va bien. Es una bandera de la paz que puede verse incluso a distancia.

Ojo. Como casi siempre, hay algunas excepciones. La empatía es importante: lo más cortés será tener en cuenta el estado emocional de la otra parte y acercarnos a él. Por ejemplo, sentimos que la sonrisa no es oportuna cuando damos una mala noticia o cuando la otra persona se encuentra afligida.

Y bien distintas son también las sonrisas irónicas, despectivas o crueles, o las sonrisas forzadas en las que no participan los ojos, que el ser humano reconoce con facilidad.

La sonrisa es un gesto muy potente. Es el segundo estímulo ante el que un bebé de pocas semanas reacciona, después de los ojos. Dos círculos negros pintados en una cartulina son el top 1 a la hora de captar la atención de los bebés. Y la sonrisa va justo después.

Por si necesitábamos más motivos, la sonrisa es una opción saludable. Elsa Punset en su libro Una mochila para el universo afirma que “cuando sonríes, el cuerpo entiende que no estás en peligro y hasta puedes sentir menor dolor físico”.  Incluso cuando sonreímos sin motivo, nuestro cerebro desencadena dopamina, que calma la respiración y hace a los músculos estar menos tensos. Sonreír mejora nuestro estado físico y nuestra salud.

En el mismo sentido, numerosos estudios prueban que mantener un estado de enfado y angustia prolongada erosionan nuestra salud cardiovascular, la calidad del sueño y estimulan la producción de cortisol, la hormona del estrés.

Enfoquémonos en encontrar motivos para sonreír desde por la mañana. Sonríete a ti mismo para empezar el día. La sonrisa es una elección. Caminando por la calle, en la oficina, o cuando llegas a casa.

Una vez más, tú eliges lo que quieres proyectar y la energía que quieres ser para ti mismo y para los demás.

 

 

 

 

 

 

 

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