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Los buenos líderes se caracterizan por ser buenos contadores de historias. Muchos artículos hablan de ejemplos emblemáticos como Obama, Steve Jobs, Luther King…  Pero no hay que irse tan lejos para comprobarlo. Podemos fijarnos en los líderes naturales a nuestro alrededor. En cualquier grupo de amigos, aquellas personas capaces de contar buenas historias coinciden en tener un gran potencial de influencia.

Acabo de volver de vacaciones y me encanta observar estos días que las cenas con amigos y familia se nutren de historias divertidas, de aventuras, coincidencias y sorpresas vividas en lugares remotos o no tanto.

Historias gastronómicas del mejor arroz a la marinera o el mejor gin tonic jamás probado, relatos viajeros sobre los estragos de una comida exótica o sobre el desconcierto de un guía experto ante las sagaces preguntas de unos niños de 8 años, historias de accidentadas rutas en bicicleta o inolvidables experiencias de navegación…

Las historias mejor contadas serán las que mejor se recordarán. Otras serán olvidadas o no llegarán a compartirse. “Aquel que cuenta la mejor historia gana“, como explica Annette Simmons en sus exitosos libros. La buena historia engancha con la acción, la emoción y la sorpresa.

Todo grupo tiene sus historias: anécdotas sobre cómo llegaron a conocerse sus miembros, sobre días memorables, sobre momentos difíciles, sobre situaciones sorprendentes o circunstancias en las que se revelaron las especiales cualidades de alguien… Las historias en los grupos cohesionan, dan orden y sentido a los hechos ocurridos, aportando una versión determinada. Cuando los grupos se identifican con esos relatos, los adoptan como parte de su historia común, los repiten y se van convirtiendo en referentes de su archivo profundo, de sus valores. La inocente historia tiene enorme poder.

El ser humano ha contado historias en todos los continentes y todas las culturas. De forma oral alrededor del fuego y más tarde a través del papel, a lo largo de los siglos, el ser humano ha contado y transmitido historias que le han permitido influir en otros. Historias que  muestran lo que se ha entendido como un comportamiento ejemplar en diferentes culturas, historias que narran las consecuencias positivas o negativas de unos actos. En definitiva, las historias exaltan unos comportamientos y valores subyacentes frente a otros…

Diversos investigadores apuntan incluso que el niño pequeño se motiva a hablar porque tiene historias que contar. Jerome Bruner, uno de los padres de la psicología cognitiva moderna, afirmó que los niños pequeños desarrollan significados mediante la narración. Probó que, antes incluso de aprender a hablar, los niños son capaces de comunicarse mediante historias sencillas, como cuando el biberón se vacía y dicen “Se acabó”. Las historias les sirven ya en esa etapa para organizar su mundo.

Sabemos que las marcas se apoyan también en la fuerza de la historia para diferenciarse, atraer la atención y generar vínculos emocionales con sus clientes. Lo hacen a través de la publicidad y generando noticias: innovación, responsabilidad social, cooperación… Si la historia está vinculada con la realidad y el equipo la siente como suya, servirá también para reforzar internamente la identidad y los valores.

Un caso emblemático de comunicación interna es el del Hotel Ritz, que organiza reuniones periódicas con sus empleados en las que se comparten historias asombrosas de buenas prácticas. En ellas se ensalzan valores como por ejemplo el de saber responder a lo inesperado en la atención a los clientes.

Es posible reforzar nuestra capacidad para contar historias. Como explican Maxwell y Dickman, autores de “Convencer a la gente contando historias”, los elementos clave para una buena historia son 5: energía, héroe, antagonista, inspiración y transformación. En la historia no te puede faltar un conflicto generado por el antagonista, un héroe que se enfrenta a él, un momento de sorpresa o cambio inesperado y una transformación o resultado  final.

Seas una micropyme o tengas un gran equipo a tu cargo, asegúrate de contar buenas historias. Esta habilidad te servirá para levantar la moral, reforzar el trabajo en equipo, destacar valores, destacar cualidades de tus productos, definir problemas a los que dar soluciones creativas, exponer y vender esas soluciones…, además de disfrutar con todo ello.

Pero no toda historia vale. Necesitamos seleccionar las historias y saber cómo contarlas. Habremos de evaluarlas teniendo en cuenta su propósito, los destinatarios y los valores que deseamos destacar, ya sea una historia sobre el origen de la Compañía, el primer gran proyecto, o una muestra del estilo propio del equipo para superar imprevistos…

Así que ya sabes, si alguna de estas aplicaciones prácticas del storytelling  te interesa, empieza a practicar el arte de contar historias en tu entorno profesional.

 

Si quieres más información sobre nuestro taller de Storytelling, aquí puedes encontrarla.

 

 

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