Hace pocos días me preguntaba una alumna si creo realmente que las personas pueden cambiar. Ella era escéptica.
– “La gente no cambia. Yo creo que cada uno es como es y punto”.
Un debate que me resulta interesante y al que voy a tratar de responder.
Mi experiencia me dice que cuando se trata de reforzar las habilidades de comunicación, el objetivo principal ha de ser potenciar los puntos fuertes de la persona, sus cualidades, alineadas con sus objetivos y su misión. Hacer brillar la persona que es, y no intentar que sea otra.
Pero esa persona también puede descubrir que desea cambiar algún hábito. Lo complicado es que el hábito se ha convertido en una opción automática del cerebro. Para romperlo necesitamos hacerlo consciente. Hacer un pacto con nosotros mismos y crear una forma concreta de cambiar el hábito.
El cambio es una opción posible con entrenamiento. De hecho, los científicos dicen que cada 7 años todo en nuestra biología se transforma. Cuando estás pensando en cambiar es ilusionante saber que ahora mismo no nos queda ni una célula de hace 7 años. 🙂
Elsa Punset habla sobre el ilusionante concepto de la ”remodelación molecular” en su libro El mundo en tus manos. “Resulta esperanzador comprender la fortísima capacidad que tenemos de superar circunstancias difíciles, de reparar y gestionar nuestras vidas. En palabras de la escritora Judith Shulevitz: “Si colocas a un huérfano en una acogida temporal, su cerebro reparará las conexiones que le faltan. Si enseñas a una persona solitaria a responder a los demás sin miedo ni paranoia, con el tiempo, su cuerpo generará menos hormonas de estrés y se sentirá menos mal. Si cuidas de una mascota, tu puntuación en la escala de soledad de la UCLA se verá reducida. Incluso un acto tan simple como unirse a un club deportivo o una iglesia puede producir lo que Cole llama “remodelación molecular” […] Un mensaje que extraigo de esto es que no solo cuentan las primeras fases de la vida: tenemos que elegir bien cómo vivimos.”
Pasos clave en el cambio de hábitos
1. Un nuevo hábito debe partir de una decisión consciente. No es posible cambiar a nadie si la persona no lo desea.
Puede tratarse de un hábito no verbal que no nos beneficia, como mirar demasiado al suelo, hablar muy rápido, expresarnos de forma dubitativa, no terminar las frases, no escuchar a los demás o adoptar una postura tímida. O querer cambiar una conducta agresiva en momentos de estrés, o la dificultad para decir “no”.
En todos los casos, es imprescindible descubrir ese punto de mejora concreto. Como cuando nos vemos grabados en vídeo hablando en público y no nos gusta algún gesto. O como cuando practicamos un deporte y nos toca corregir algún movimiento (el saque, el golpe de revés…) con ayuda de nuestro profesor o un amigo.
2. Elegir por qué lo vamos a reemplazar. No podemos eliminar el hábito sin más. Es imprescindible sustituir el comportamiento anterior por otro nuevo. Visualiza y concreta el nuevo comportamiento con detalle.
3. Desmontar el hábito antiguo: desaprender. Para lograrlo nos interesa entender el mecanismo del hábito. Hemos de ser conscientes del detonante que inicia el hábito. Por ejemplo, en el caso de las personas que asocian el café con fumar. En cuanto detectan el olor del café, se dispara la acción de buscar el paquete de tabaco.
Para facilitar el cambio, deberemos alejarnos del detonante, o al menos introducir cambios que permitan romper la reacción que desencadena. A menudo puede funcionar introducir algún tipo de anclaje (verbal, visual o físico) para instaurar el nuevo hábito y reemplazar el antiguo.
4. Crear un nuevo surco en el cerebro: repetir. En lenguaje llano, estamos en una fase de pico y pala. Cuando aprendemos una nueva habilidad, sea conducir, bailar o un nuevo deporte, hemos de practicar y repetir el gesto o el conjunto de movimientos hasta que lo integramos y hacemos automático.
5. Aplicar y aprovechar el mecanismo de la recompensas. Reflexiona acerca de la recompensa que proporciona o proporcionó el hábito antiguo. Cuando se instauró el hábito, probablemente obtuvimos alguna ventaja con ello.
Para instaurar la conducta nueva también hemos de aprovechar el poder de la recompensa.
– Refuérzate recordando las consecuencias positivas del nuevo hábito. Te servirá para impulsar el cambio (sea una alimentación más saludable, emitir la voz con más claridad o adoptar una postura de mayor seguridad).
– Haz seguimiento y visualiza tu avance. Suele ser útil idear alguna estrategia que nos ayude a percibir los pasos que vamos dando hacia la meta, como un planning que visualice el avance con colores, una tabla que recoja tus resultados, una foto que se va descubriendo gradualmente… 🙂
Usa tu creatividad y genera tu propio sistema de recompensas para reforzarte y motivarte.
Los esquemas emocionales
Un tipo de hábitos más complejos son los esquemas emocionales. Según el psicólogo Jeffrey Young, director del Centro de Terapias Cognitivas de Nueva York, un esquema emocional es un mecanismo emocional que aprendimos en la infancia para defendernos de algo que era entonces peligroso e hiriente y que mantenemos siendo adultos, aunque ya no sea necesario.
Todos podemos tener respuestas defensivas exageradas ante determinados acontecimientos, pero cuando estas respuestas son repetitivas y afectan a la vida de la persona, urge entender el esquema que se instauró, para desactivarlo.
Habrá que compensar ese mecanismo y ayudar a la persona para que encuentre alternativas de actuación más positivas y constructivas en su entorno.
Conclusión
En definitiva, el cambio de hábitos es posible con el entrenamiento.
Todos sabemos que podemos mejorar nuestro saque, nuestro drive o nuestro revés con entrenamiento si le ponemos ganas. Y hoy en día tenemos también buenas noticias en cuanto a las investigaciones en el campo de la neurología donde se ha impuesto el concepto de “plasticidad cerebral“.
Norman Doidge, autor de “El cerebro se cambia a sí mismo” explica que la plasticidad del cerebro le permite modificar sus estructuras y funciones en respuesta a las experiencias mentales a lo largo de la vida.
Y nuestros cerebros estarán preparados para adoptar comportamientos rígidos o flexibles según cómo lo entrenemos. Cuidémonos globalmente para estar en plena forma y entrenados para el cambio.
Si podemos trabajar para mejorar en aquellas áreas que nos parezcan prioritarias, como las habilidades de comunicación, ¿a qué esperar? Te animamos a ir a por ello.
Si te planteas incorporar cambios en tu comunicación, pídenos información sobre nuestros talleres .