Hoy la imagen ocupa un lugar privilegiado para comunicar. En el mundo de las ágiles redes sociales, el valor de la imagen se multiplica, pues las imágenes ganan en velocidad a los textos y se adaptan bien a estos tiempos acelerados. Los mensajes que incluyen fotografías son más retuiteados y Pinterest crece a ritmo vertiginoso.
Multitud de libros y autores nos explican las posibilidades de lo visual para definir estrategias, ordenar y vender nuestras ideas. Dan Roam, con su bestseller, “Tu mundo en una servilleta” demuestra cómo cualquiera puede aprovechar el poder del pensamiento visual y aporta herramientas prácticas para resolver problemas mediante dibujos.
También Alex Osterwalder e Yves Pigneur contribuyen al auge del visual thinking aplicado al emprendimiento con su genial libro “Generación de modelos de negocio” y su propuesta de un lenguaje visual común para describir la lógica de una empresa en 9 bloques y un gran lienzo.
Prestigiosas organizaciones como Ideo o la Escuela de diseño de Stanford están contribuyendo también al auge del diseño en nuestra sociedad, con la difusión de conocimiento en abierto. Y las Escuelas de Negocio más vanguardistas en nuestro país, como EOI, incorporan en sus planes de estudio metodologías y programas basados en Design Thinking, conscientes de la importancia de desarrollar las capacidades de innovación y colaboración para el nuevo entorno en que vivimos.
Si Rudolf Arnheim levantara la cabeza, le agradaría saber que sus libros “Arte y percepción visual. Psicología del ojo creador “(1954) o “Visual Thinking”(1969), publicadas en español en 1971 y 1972 en Buenos Aires, son plenamente actuales hoy. Arnheim defendía que la inteligencia es imposible sin percepción, que todo pensamiento es de naturaleza perceptual y que la vieja dicotomía entre percepción y pensamiento es falsa.
En aquellos años, anteriores a Internet y a Google, las posibilidades de difusión eran mucho menores. Aún así, sus libros se han traducido a todos los idiomas y afortunadamente sus ideas se han difundido desde hace décadas en las escuelas de arte y en el entorno educativo.
Por suerte, numerosos docentes, aunque no tanto los planes de estudio, han defendido el valor de las imágenes, el dibujo y los mapas mentales para pensar y aprender y la necesidad de potenciar el hemisferio derecho del cerebro y la capacidad de síntesis de los alumnos.
Hoy la novedad es que esta información puede llegar a todos gracias a la conectividad que ofrecen las redes.
He aquí un ejemplo práctico de cómo integrar el pensamiento visual en nuestro día a día. Podemos iniciar con una lluvia de ideas visual el proceso de creación de cualquier documento o presentación. En lugar de hacer una lista de conceptos o ideas clave, plasmaríamos en la hoja de papel un mapa mental o un esquema global del tema. Esta Gestalt o visión de conjunto, que seguramente iremos enriqueciendo y puliendo, nos ayudará a ordenar nuestras ideas y a comunicarlas a los demás como un todo entendible.
Aprovechemos la revolución de lo visual para pensar mejor, para ser más ágiles y más eficientes, para comunicar con fuerza metáforas y síntesis, para generar visiones compartidas que nos inspiren y nos permitan innovar en equipo.
Y no olvidemos al mismo tiempo otro gran reto que se nos presenta: aprender a interpretar las imágenes, fotografías, esquemas, historias y vídeos… con su veloz impacto emocional. Aprender a ser críticos con los mensajes, evaluar la claridad o no de los esquemas propuestos, investigar las fuentes, reconocer estructuras, las metáforas planteadas, identificar premisas no escritas…
Aún tenemos un buen trecho por recorrer. Tomemos papel y rotulador y ¡a por ello!.
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