Al comienzo de la semana, entre la avalancha de información sobre la muerte de Bin Laden, me llamó la atención la noticia sobre el “periodista ciudadano” que retransmitió la operación militar de EEUU a través de su perfil de Twitter sin saberlo.
En la noche del domingo al lunes, a la una de la madrugada, Sohaib Athar, técnico en informática, colgó el primer tweet en relación con la noticia: “Un helicóptero en el aire, cerniéndose sobre Abottabad a la una de la madrugada. Es raro”.
También hemos podido seguir opiniones de personajes conocidos, como el director de cine Michael Moore, que a través de su cuenta de Twitter, (más de 800.000 seguidores) se ha convertido en una de las figuras más críticas con la muerte de Osama Bin Laden. “Puede estar muerto, pero de cierto modo, ha ganado. Hemos cedido nuestros derechos. Hemos aprobado la PatriotAct. Hemos gastado billones en guerras innecesarias. El miedo nos domina”.
Las redes sociales, y en especial Twitter, han ofrecido un interesante collage de datos, rumores, opiniones e imágenes en torno a la noticia. La participación, la apertura y la transparencia que nos proporcionan los nuevos medios suponen una revolución: que los ciudadanos “de a pie” adoptemos un rol participativo, intercambiar opiniones, tener información rápida sobre el interés de una noticia…
Pero finalmente, los medios tradicionales -radio, prensa y televisión- y sus versiones en internet han jugado un papel imprescindible de selección, organización y jerarquización de la información y la mayoría de ciudadanos hemos seguido las noticias gracias a ellos.
En pocas horas nos han permitido conocer el trabajo de espionaje que llevó a localizar a Bin Laden, hemos visto fotos de la vivienda-fortaleza en la que se escondía, la foto que resultó falsa y el montaje realizado con Photoshop, hemos escuchado la comparecencia del Presidente Obama, hemos conocido detalles sobre los miembros de su equipo en la Casa Blanca, datos sobre la familia de Bin Laden, declaraciones de personajes relevantes… Y en este contexto percibimos que es fundamental una labor de organización y profesionalización de la información para hacerla eficiente.
De modo similar, hoy las organizaciones contamos con las redes sociales, que proporcionan enormes posibilidades de participación, intercambio, enriquecimiento, cohesión, creación compartida e innovación. Considero que el reto está en cómo gestionar e integrar esas nuevas formas de comunicación horizontal en la organización, de forma que se canalice y aproveche la valiosa inteligencia colectiva. En la empresa, eso implica además crear una cultura de colaboración, confianza y compromiso que todavía no podemos dar por supuesta.
Como dice Virginio Gallardo en su Blog Supervivencia directiva: “La revolución de las redes sociales no viene por las funcionalidades y las utilidades tecnológicas, deviene de una nueva forma de entender la empresa. La transformación se produce por una nueva forma de gestionar personas: la revolución no es tecnológica es de personas.”
http://supervivenciadirectiva.com/2011/05/01/el-decalogo-de-la-revolucion-rrhh-2-0/
A por ello. Se hace camino al andar.