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En los últimos meses, con frecuencia se nos ha presentado el reto de acompañar a nuestros clientes, empresas y fundaciones, en sus procesos de innovación o reposicionamiento. Son tiempos de cambio acelerado en las organizaciones, de innovación tecnológica, de necesaria renovación.

Para todo ello, la organización ha de avanzar compartiendo una visión y, al mismo tiempo, ha de saber escuchar y dar valor al conocimiento de las personas que la integran. Los líderes juegan un papel clave para impulsar estos procesos. Han de movilizar a los equipos, guiar, dar ejemplo, mantener el espíritu de participación y motivación, todo ello con menos recursos que antaño.

Implicar a las personas en el proceso de innovación, contribuir a que encuentren sentido a los nuevos proyectos, es vital para que se lleven a cabo con éxito.

La comunicación sale en ayuda de la innovación

Si las personas no sienten como suyo el proceso de mejora, surgirán más frenos, consciente o inconscientemente.  Falta de información, falta de la necesaria colaboración,  ausencia de sinergias y ausencia de creatividad. Si la emoción predominante es el enfado, las personas y los grupos se quedan atrapados en las emociones  y no contribuyen a avanzar, a trabajar en equipo ni a ser creativos.

Hemos de ser capaces de dar salida a las emociones y gestionarlas, pues de otro modo será difícil que los proyectos de innovación se desarrollen con todo su potencial.

Es impensable hacer un cambio sin contar con las personas. Hoy menos que nunca.

Muchas empresas son conscientes de que han de cuidar los procesos de comunicación interna. Acompañar a nuestros clientes en esa tarea significa reforzar a los líderes,  dinamizar la comunicación y gestionar las emociones para aprovechar el conocimiento y la creatividad de los grupos.

Como escribió Peter Senge hace ya más de 15 años en su obra clásica, La Quinta Disciplina, o más tarde en  La danza del cambio, para generar Organizaciones innovadoras (abiertas a aprender) necesitamos trabajar en cinco asignaturas:

compartir una visión y unos valores, saber hacia dónde vamos;

generar tensión creativa, ganas de hacer las cosas cada día mejor, con el ejemplo de los líderes;

aprender a aprender en equipo, ser capaces de aprender de la experiencia, escuchar y dialogar;

reconocer nuestros patrones mentales y desaprender algunos;

y tener una visión sistémica, global, de la organización, que sólo se logra cuando hay apertura y comunicación entre las áreas.

Son tiempos de cambio y todo apunta a que seguirá siendo así.  Formar a los líderes en Comunicación interna parece una buena idea a corto plazo y un hábito saludable a medio y largo plazo para cualquier organización.

Me ha venido a la mente el sabio mensaje que escuché hace tiempo a J.Antonio Marina:“Para educar se necesita a toda la tribu”. Y encuentro útil aplicarlo a nuestro tema de la innovación en las organizaciones:

Cuando se trata de innovación también necesitamos a toda la tribu”.

 

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