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“Un arquero quiso cazar la Luna. Noche tras noche, sin descansar, lanzó sus flechas hacia el astro.

Los vecinos comenzaron a burlarse de él. Inmutable, siguió lanzando sus flechas.
Nunca cazó la luna, pero se convirtió en el mejor arquero del mundo”.

Alejandro Jodorowsky

Esta historia me ha recordado una vez más el poder del relato para generar nuevas creencias, para reforzar valores. Y esa fuerza es aún más llamativa al tratarse de una historia de 42 palabras.

La narración es un camino para comunicar que engancha, en el que no faltan emociones y del que extraemos valores. O, más bien, la narración nos plantea un recorrido en el que los valores se nos van quedando pegados a los pies.

Las historias educan, guían, condicionan, dejan huella, para bien o para mal…

He elegido esta micro-historia por los valores que me sugiere: la perseverancia y la proactividad. Dos valores y hábitos esenciales, pues contribuyen a alcanzar cualquier meta que nos propongamos.

Frente a otras narraciones, que destacan el éxito de conseguir rápidamente lo que deseamos, el resultado inmediato, en esta  historia emerge el valor de la perseverancia, pues percibimos los frutos inesperados y valiosos que puede acabar trayendo.

Considero que el cuento también orienta a la acción, a la proactividad, porque el proceso pasa a ser lo importante independientemente del resultado,  invita a enfocarnos en las consecuencias positivas de las acciones en el largo plazo y aprendemos que lo que hacemos tiene consecuencias siempre.

Todo esto en sólo tres líneas. A pesar de sus brevedad o precisamente gracias a ella, espero que lo disfrutéis.

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